18 de julio de 2010

La Iglesia Católica Venezolana y el Autoritarismo del Gobierno



A propósito de la polémica surgida a raíz de la posición asumida por la Iglesia Católica Venezolana, y especialmente por el Cardenal Urosa Sabino al opinar sobre el carácter comunista del régimen que gobierna a Venezuela, con lo cual, el Cardenal, ha hecho uso del legítimo derecho a la libertad de expresión que tienen todos los venezolanos, es conveniente recordar que los gobiernos autoritarios son los que, históricamente, han cometido la torpeza de enfrentarse a la iglesia, sin tomar en cuenta que esta institución tiene una altísima capacidad de convocatoria en la sociedad venezolana, goza de respeto y ha dado suficientes demostraciones de su capacidad para ayudar a los más necesitados, utilizando con eficiencia los recursos públicos y privados que le han sido encomendados para estos fines.

La Iglesia Católica Venezolana como guía y orientadora del pueblo tiene el derecho de emitir su opinión y advertir sobre el proceso de destrucción institucional, moral y social que se lleva a cabo sistematicamente en Venezuela, siguiendo los preceptos del Manifiesto Comunista, el cual propone que: el proletariado no puede tomar posesión del estado cuyas estructuras son capitalista, por lo tanto el estado debe extinguirse para dar paso a la noción del “no estado”, bajo la dirección del partido comunista y la comuna.

Demás está decir, que no hace falta poseer profundos conocimientos de filosofía política para entender que el proyecto que lleva a cabo Hugo Chavez pretende la sumisión y control de la sociedad venezolana, anular la capacidad productiva individual de los ciudadanos, generar una colectividad de “súbditos” a la "neo monarquía autoritaria", donde cada individuo u organización trabaje “para el gobierno” o “con el gobierno”, además de la desaparición de cualquier cuerpo jurídico, organismo o instancia a la cual puedan acudir los ciudadanos ante la violación de sus derechos constitucionales.

Del mismo modo, la “cosa pública”, los dineros y bienes de la nación son de uso totalmente discrecional, sin control de poder público alguno. De esta manera, la economía, la política monetaria, la asistencia social y la seguridad alimentaria han quedado a merced de los caprichos del régimen. Prueba de ello son los altos índices de inflasión, el desabastecimiento, la corrupción desbordada, la violaciones constantes a la propiedad privada y a la libertad de expresión.

Ante este realidad, es de toda lógica apoyar la posición del Cardenal Urosa, quien no ha hecho más que “hacerse eco” del llamado de Juan Pablo II: “No tengáis miedo”, palabras con las cuales inauguró su pontificado el 22 de octubre de 1978, y lo repitió 25 años después en la Plaza San Pedro.

En consecuencia, es deber de todo ciudadano el no tener miedo a emitir su opinión. Hoy vemos con impotencia y amargura como los empleados públicos venezolanos viven con el miedo constante a no “caer en desgracia” a los ojos de sus jefes “chavistas”, miedo a perder el empleo, el contrato, la beca, la ayuda; miedo de muchos ciudadanos a escribir un email con su nombre y apellido; miedo de los profesores a perder sus cargos e impotencia frente a una política educativa que pretende desplazar a los profesores formados y preparados en los pedagógicos y escuelas de educación, por graduados de las “misiones”, con lo cual se hará más difícil sacar a Venezuela del atraso que atraviesa actualmente, e insertar a la nación verdaderamente en el siglo XXI.

El miedo es lo que sustenta al autoritarismo, de ese miedo se alimenta; y son los ciudadanos quienes hacen más poderoso al autócrata con su temor. Según Montesquieu: "es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder se inclina a abusar de él, e irá hasta donde encuentre límites" (1). Así como el motor del autoritarismo es el miedo, el de la monarquía será el honor y la sumisión de los súbditos, y el de la república: el respeto a las leyes.

En este sentido es de destacar la Pastoral leída por Monseñor Rafael Arias Blanco el 29 de abril de 1957, en claro desafío al régimen de Marcos Pérez Jiménez. En ese documento, Monseñor Arias denuncia las condiciones precarias en que vivían la mayoría de los venezolanos, a pesar del impresionante desarrollo económico de ese entonces. Habla del abandono de las zonas rurales, las violaciones a la Ley del Trabajo y de los instrumentos legales previstos para la defensa de la clase obrera, y las injustas condiciones en que muchas veces se efectuaba el trabajo femenino, entre otras.

Si bien, el tema de la Pastoral de Monseñor Arias, merece un mayor análisis, ya que respondía a una situación insostenible de falta de libertades para la época. Algunos analistas y el propio Pérez Jiménez afirmaban que el desarrollo era un proceso a mediano y largo plazo, el cual obligaba el fortalecimiento de la estructura productiva, en primera instancia, como paso previo para que la riqueza fluyera hacia todos los sectores de la población, a través del empleo, mejores salarios, educación y seguridad social. Esa es la “receta” que siguieron naciones como Japón, Corea del Sur y Alemania, las cuales se levantaron, en relativamente corto tiempo, luego de la destrucción total.

Por el contrario, es lamentable lo que ha significado, principalmente en la última década, la distribución de la renta petrolera. En lugar de un modelo de renta a largo plazo, que implicaba “sembrar el petróleo”, la renta inmediata ha generado una distorsión de la economía de graves magnitudes. Durante el último decenio ha circulado una inmensa masa monetaria que no ha derivado del trabajo productivo. Mientras ha aumentado el consumo y las importaciones, se han reducido las inversiones que generan el empleo productivo y se ha multiplicado el trabajo informal; la seguridad alimentaria está seriamente comprometida, la asistencia social va en declive, además del despilfarro de un billón de dólares.

Finalmente, cuando Carlos Escarrá llama a los sacerdotes a “quitarse la Sotana y debatir como hombres”, no es más que la demostración de su deseo de que en Venezuela haya una iglesia silenciosa, sumisa, sorda ante los “desmanes” del régimen. Mientras vistan la sotana, serán representantes de una inmensa mayoría de feligreses; si no la llevasen puesta, serían más fáciles de humillar, vilipendiar y encarcelar. Es la trampa típica del autoritarismo.
MC

Referencias:

Juan Pablo II: “No tengais miedo”

Educapuntes. Monseñor Arias Blanco: línea de tiempo

Carta Pastoral Arzobispo Rafael Arias Blanco (abril 29, 1957)

Comuna es igual a comunismo

Sembrar el petróleo

Monseñor Arias Blanco

Autoridad y Autoritarismo

Comunas comunistas, no

Manifiesto del Partido Cominista de Marx y Engels (1848)

[1] Montesquieu (1980): El Espíritu de las leyes, Madrid, Tecnos, L. XI, cap. 4, p. 150.
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