27 de diciembre de 2011

Los 40 errores de la imagen profesional


Tu apariencia va más allá de cómo vistes, tiene que ver con tu comportamiento, dice David Navarro; ser impuntual, dar tu palabra y no cumplirla o llevar el celular en el cinturón son algunas fallas.

CIUDAD DE MÉXICO — Cuando se habla de imagen profesional generalmente se confunde con la imagen física de cualquier hombre o mujer de negocios. Hablar de imagen profesional se refiere a la percepción que se tiene de una persona como resultado de su desempeño profesional, lo cual, implica muchísimo más que el cómo viste. Más bien refleja a la persona que ejerce su profesión, cualquiera que ésta sea, con relevante capacidad y aplicación. Apela más al comportamiento del individuo que a su apariencia e imagen personal.
¿Por qué es tan importante para el éxito en los negocios? Porque la imagen profesional ayuda a mejorar la calidad de las interacciones internas y externas de la organización, tanto para estimular la productividad del recurso humano y dotar de valor a la cultura organizacional, así como para mejorar la calidad del servicio ofrecida al cliente.
¿Cuál es el secreto para proyectar una buena imagen profesional? Conocer y aplicar correctamente el protocolo en los negocios. Es el saber comportarse en un ambiente ejecutivo y saber ejercer la cortesía y la amabilidad con el objetivo de estimular la eficiencia y la productividad en las relaciones interpersonales.
 ¿Alguna vez se ha preguntado cómo lo perciben sus compañeros de trabajo, su jefe, sus clientes?, ¿cómo necesita ser percibido en su entorno laboral?
Asegúrese de no cometer alguno de los siguientes errores de imagen profesional. Autoevalúese. Nadie es perfecto pero sí puede estar muy cerca de serlo.
  1. Ser impuntual.
  2. Prometer cosas y dejar de cumplir su palabra.
  3. Tutear sin conocer a la persona o solicitar el permiso para hacerlo.
  4. Confundir cortesía y caballerosidad con protocolo. En los negocios se trata de acuerdo a la jerarquía no al género femenino o masculino.
  5. Presentar antes a una persona de menor rango, cuando la persona de mayor jerarquía está presente.
  6. Entregar una tarjeta de presentación en mal estado.
  7. Guardar las tarjetas de presentación en la cartera. Es mejor utilizar un tarjetero.
  8. Que su tarjeta de presentación parezca un minifolleto promocional.
  9. Agregar su título profesional en la tarjeta de presentación. Los títulos nos los otorgan los demás, no uno mismo.
  10. Al recibir una tarjeta de presentación no corresponder el gesto entregando la suya.
  11. Dar un saludo de mano débil o con excesiva fuerza.
  12. Negarse a corresponder un saludo de mano.
  13. Saludar de beso a la mujer, a menos que ella lo solicite.
  14. Dirigirse a los demás con apodos o diminutivos.
  15. Olvidar las palabras más poderosas del protocolo: "por favor" y "gracias".
  16. Escribir con faltas de ortografía o redacción.
  17. Maquillarse frente a otros.
  18. Hablar con groserías.
  19. Discutir a gritos y a la vista de todos.
  20. Mascar chicle mientras habla.
  21. Morderse las uñas.
  22. Sonarse la nariz y ver el pañuelo desechable.
  23. No cuidar su aliento.
  24. Secretearse con alguien frente a otros.
  25. Portar el teléfono celular en el cinturón o colocarlo sobre la mesa en una reunión de negocios, o seleccionar un timbre de teléfono "chistoso" o "inapropiado".
  26. No devolver sus llamadas telefónicas en máximo 24hrs.
  27. Negarse por teléfono o pedir a un tercero que diga que usted no se encuentra disponible.
  28. No solicitar autorización del interlocutor para activar el altavoz.
  29. Poner en espera una llamada actual para tomar otra.
  30. Utilizar la cuenta de correo electrónico de su trabajo para asuntos personales.
  31. Olvidar responder sus correos electrónicos en máximo 24hrs.
  32. Escribir sus correos electrónicos únicamente en mayúsculas.
  33. No saludar al inicio de un correo electrónico cuando es el primero de varios durante el día al mismo destinatario.
  34. Llamar por teléfono y colgar al entrar el correo de voz o la grabadora.
  35. Dejar mensajes ofensivos en el correo de voz.
  36. Comentar información confidencial al dejar un mensaje en el correo de voz.
  37. Convocar a una junta de trabajo sin definir el objetivo ni la orden del día.
  38. Convocar a la junta a personas no indispensables para el objetivo de la reunión.
  39. No realizar minuta, aun cuando la junta haya sido muy breve.
  40. Permitir que la realización excesiva de juntas afecte la productividad de la empresa.
No lo olvides, "como te ven te tratan, pero como te comportas te recuerdan".
Haga que su imagen profesional le abra puertas en los negocios, no que se las cierren.

*El autor es instructor y consultor en Imagen Pública, experto en la creación y proyección de la Imagen Pública de empresas, marcas, servicios y altos ejecutivos. Director de Imagen Excellence Consultores. Es Comunicólogo por la Universidad del Valle de México y Maestro en Imagen Pública por el Colegio de Consultores en Imagen Pública y cuenta con un Diplomado en Creación de marcas poderosas.
 

21 de diciembre de 2011

Mis temores (Generación Y)

composicion
Un hombre en solitario barre las hojas secas en la amplísima avenida donde no se ve un solo auto transitando en ninguna dirección. Baja la cabeza y evita hablar con el camarógrafo. Quizás se trata de un sancionado que no aplaudió con suficiente entusiasmo en una reunión o no se inclinó con teatral reverencia ante algún miembro del Partido. La escena del barrendero y su desolada calle se incluye en un documental sobre Corea del Norte que ha circulado en nuestras redes alternativas de información. Un testimonio doloroso, con gente vestida siempre de la misma manera, edificios de un gris despersonalizado y estatuas del Líder Eterno por todos lados. Infierno en miniatura, que nos deja con una sensación de alivio –al menos en este caso– por no haber nacido bajo el despotismo dinástico de los Kim.
Cuando en marzo de 1986 Fidel Castro visitó Pyongyang, lo recibió casi un millón de personas, entre ellas miles de niños agitando banderolas con sospechosa sincronía. La televisión cubana se regodeaba en los coros que sonaban como una sola voz, en las bailarinas que no se diferenciaban ni por un cabello fuera de lugar y en aquellos pequeñines tocando el violín con sorprendente maestría y anómala simultaneidad. Meses después de aquel viaje presidencial, en las tablas artísticas de las escuelas primarias cubanas se intentaba emular tan robótica disciplina. Pero no había manera. La niña de al lado tiraba la pelota segundos después que ya la mía había caído de vuelta al piso y alguna zapatilla abandonada se nos quedaba sobre el tabloncillo en cada presentación. El Máximo Líder debió sentirse desilusionado por la caótica conducta de su pueblo, tan diferente de ese que en Corea del Norte hacía sincopadas genuflexiones ante el secretario general del Partido de los Trabajadores.
Este lunes, las imágenes de miles de personas llorando en las calles por la muerte de Kim Jong-il me han hecho recordar aquellos niños cronometrados. Aunque nuestro experimento tropical nunca logró “domesticarnos” como a ellos, en algo si copió al modelo coreano. También por estos lares la genealogía ha sido más determinante que las urnas y la herencia sanguínea nos ha dejado –en 53 años– sólo dos presidentes, ambos con un sólo apellido. El delfín se llama allá Kim Jong-un; quizás en breve nos comuniquen aquí que el nuestro será Alejandro Castro Espín. De sólo conjeturarlo me estremezco, como un día lo hice ante las hileras de chiquitines que alzaban, en el mismo milisegundo, una pelota.
Yoani Sánchez
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