21 de enero de 2019

No ser prisionero de las adversidades


Superviviente del Holocausto. Boris Cyrulnik es psiquiatra, neurólogo, profesor de la Universidad de Tolón (Francia) y autor de libros como “Los patitos feos” o “El amor que nos cura”. Considerado un referente internacional de la llamada “resiliencia”, —la capacidad del ser humano para enfrentar y reponerse a un trauma—, Cyrulnik ha dedicado gran parte de su vida a analizar la fortaleza del ser humano frente al sufrimiento.

Para que un niño pueda ser resiliente, dice Cyrulnik, debe contar con un ambiente que le aporte seguridad. La madre es quien transmite seguridad al niño, luego ella debe sentirse segura. Si, por el contrario, el ambiente familiar no es seguro: la madre ha sido abandonada, agredida, ha estado enferma, hay conflictos conyugales, entre otros, el niño crece vulnerable. Cyrulnik considera que hay dos factores cruciales para esta condición: precariedad social y violencia conyugal. La primera implica que los padres no estarán disponibles para el niño. La segunda afecta al niño, aun si la violencia no es contra él.

El abandono genera miedos, pero la sobreprotección también

La cotidianidad entre padres e hijos: compartir una comida, hablar, jugar, hacer deportes juntos, la seguridad que le permitirá al niño enfrentar futuros obstáculos. Esto porque el niño, en el hogar, aprende a superar pequeñas adversidades: reconoce las reacciones de las personas que conviven con él (o ella), aprende cómo reaccionar y resolver problemas. Son dinámicas que generan seguridad, que hacen sentir al niño “en casa”.

Si el entorno familiar protege al niño, será más fácil que este desarrolle el placer de aprender. Entonces, asistir al colegio será un estímulo para el aprendizaje, una aventura, un reto para el cual se sentirá seguro y a gusto de enfrentar. La inseguridad producto de la vulnerabilidad generada por el entorno familiar hará que el niño no muestre interés en la escuela, le tema y se dificulte su aprendizaje.

Ralentizar la vida para lograr aprendizajes genuinos

En occidente y en muchos países asiáticos se vive la cultura del sprint, la cual genera ansiedad, incluso en los bebés. Hacer vivir deprisa a los niños (“esprintar”) es considerado una forma de maltrato. Sin embargo en las escuelas del norte de Europa “ralentizan” a los niños y con ello se les da seguridad. Es común que los estudiantes dediquen tiempo a actividades que los involucren con sus pares: cocinar juntos niños y niñas, hacer teatro, cine, comentar lecturas, entre otras. Esto hace que mejore su auto estima. El provecho de estas actividades se refleja, posteriormente, en logros que abarcan todas las áreas del saber. De esta manera, el aprendizaje llega a ser producto de un genuino gusto por aprender.

La genética influye en pequeño grado; el entorno hace la diferencia

La resiliencia puede lograrse a lo largo de toda la vida, pero es muy necesaria en la niñez. No es igual en todas las edades.

Cuando se sufre un trauma es importante no quedarse solo. Se debe luchar contra el deseo de aislarse. Cuando no se tiene apoyo, hay un constante recurrir al momento del trauma, de la desgracia: “por qué me paso esto”, por qué no me defendí”, “por qué no hice esto o aquello” o “por qué no me defendieron”. De allí a la depresión hay un trayecto corto. El apoyo no implica, necesariamente, ir a un psicólogo, basta un buen amigo, la pareja, el sacerdote, etc.

La tecnología de neuroimagen y los subsiguientes estudios e interpretaciones psicológicas han revelado que un trauma puede afectar el desarrollo neuronal. Se ha estudiado, cuantitativamente, como niños aislados, privados de afecto o víctimas de la violencia de la guerra, no segregan hormonas del crecimiento, ni hormonas sexuales; presentan atrofia en los circuitos de la memoria y de las emociones.  

El altruismo como mecanismo de defensa para combatir el dolor

Vivir una tragedia coloca a la persona a la defensiva. Luego de superado el trauma es frecuente querer ayudar porque se conoce el sufrimiento del otro. Los niños privados de afecto, quienes solo se tienen a sí mismos, no pueden aprender empatía; son incapaces de representar la realidad del otro y mucho menos de ser altruistas. “Estos niños suelen herirse, golpearse la cabeza contra la pared e incluso mutilarse durante la adolescencia”. Para ser empático, el niño requiere sentirse seguro, solo así se interesará por descubrir la realidad y la cultura del otro y llegar a ser altruista.

Hacia una sociedad que trabaje y… “respire”

Se requiere una cultura que promueva el equilibrio, “el flujo y el reflujo” en palabras de Cyrulnik. La cultura de la tecnología combatió los miedos producto de la ignorancia que imperaban en la Edad Media, miedos que perduraron hasta los años 50; pero la era tecnológica trajo consigo la angustia. Finalmente, Cyrulnik es optimista en cuanto a la capacidad de la juventud actual para desarrollar una cultura que contribuya a combatir los efectos de la angustia, provocados por la cultura tecnológica. Muchos jóvenes, en la actualidad trabajan y “respiran”, han aprendido a ralentizar la vida en sociedad y así reforzar los vínculos que desarrollan la familiaridad.

Mi comentario
En el ámbito educativo, la resiliencia tiene importancia crítica. Los estudiantes pueden verse en la necesidad de afrontar situaciones familiares que, muchas veces, se reflejan en el aula de clase y/o en el trato con sus compañeros, profesores o directivos. 

Es frecuente que ellos carezcan de las herramientas para encauzar, adecuadamente, una frustración, una falla, una pérdida, entre otros. En estos casos es importante la competencia de todos los involucrados para lograr que el niño o adolescente logre canalizar el problema hacia una solución constructiva. Los padres deben trabajar el proceso junto con los maestros, sobreponerse a la tendencia de proteger al hijo y enfocarse en cómo identificar (si no se ha hecho aun) la raíz del problema y así determinar las estrategias que harán viable la solución. 

La experiencia de maestros y psicólogos escolares, la discusión constructiva, la puesta en marcha de estrategias consensuadas siempre será mejor que la confrontación. Debe recordarse que los compañeros y maestros no son responsables ("chivos expiatorios") de las vicisitudes sino personas que pueden ayudar decididamente en la solución.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=_IugzPwpsyY

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